Vivimos rodeados de imágenes que son parte esencial de nuestra cotidianidad; parecen seguirnos por todos lados: sentados en el transporte público, cuando prendemos la televisión o al scrollear en el celular viendo tendencias de memes en Facebook, bailes en TikTok y fotografías aesthetic en Instagram.
Generamos el escenario perfecto para que la industria (re)productora de imágenes tome el control de nuestro inconsciente y nos absorba para hacernos parte del espectáculo mediático.
Nos hacen sentir libres de bajar el scroll y cambiar video tras video en TikTok, pero el algoritmo ya nos tiene enganchados; nos muestra videos de los mismos creadores y temáticas similares para mantenernos expectantes, y finalmente, crearnos la necesidad de realizar nuestro propio video y ser parte de las tendencias, de la comunidad.
El simulacro mediático ya está asentado y es parte de nuestra realidad. Vivimos una época compleja e insostenible; entre el miedo a las guerras en países lejanos, la escasez del agua, el calentamiento global, las ideologías y los fanatismos, pareciera que el caos es la principal tendencia en La sociedad del espectáculo.
El mundo sensorial en el que solíamos habitar, ya no existe
Vivimos en una burbuja mediática. Y por si eso fuera poco, el ruido informático ha aumentado debido las elecciones en nuestro país.
La temporada electoral es el motor de la vida política de cualquier país; pero en La sociedad del espectáculo, es una tendencia más a seguir como cualquier otra. Por todos lados, se reproduce el mismo discurso de cada seis años: “Esta es la mejor elección”, “Yo te comprendo”, “Existe el cambio”, “Esto es lo que necesitas”.
El país jamás se plantea tan prospero como lo hace cada candidateo presidencial.
Sin importar la época, los candidatos se venden como un producto, lo que va a subsanar la herida que el producto pasado que escogiste mal, no pudo sanar.
Nuestros abuelos y padres, veían sus propuestas en televisión, al final, era el mayor invento de alcance mediático en sus tiempos.
Ahora, con el invento de las redes sociales y el internet, se meten en nuestro feed, utilizando todos los medios a su alcance; canciones de propaganda, memes, descalificación del oponente; su fuente, al igual que la nuestra: un hilo de antes Twitter, ahora X, y Get Ready With Me mientras te cuento cómo la candidata fue Chaira en su universidad.
El simulacro de la sociedad del espectáculo nos relaciona de una manera muy diferente con el proceso electoral, obvio por el gran impacto que tienen las redes sociales en la actualidad.
Aunque no es la primera candidatura presidencial que se da en la cúspide de las redes sociales, la manera en la que nos relacionamos con estas ha cambiado drásticamente. No sólo nos hemos hecho adictos a scrollear, nuestra propia existencia se derrama en redes; coexistimos en línea a través de avatares digitales.
Somos espectadores que activamente consumimos y reproducimos información
Cumplimos un rol activo dentro del espectáculo híper mediático. Somos un público que, en su edad adulta, no cuenta con vivienda propia, sigue sin conseguir un trabajo estable, y no entiende la manera en que el sistema funciona, o poco le importa entenderlo.
Individuos que evaden esta realidad a través de una pantalla, donde todo lo negativo de la vida es más fácil de digerir.
Las redes sociales brindan un efecto placebo adormecedor que genera una sensación de aparente satisfacción. No por nada Sontag dijo “las imágenes paralizan, las imágenes anestesian.”
Los partidos políticos son conscientes que el alcance del espectáculo electoral ha aumentado a través de las redes sociales. El concepto de espectáculo de Debord se ha politizado, haciéndolo aún más relevante en la época contemporánea.
Pareciera que la relevancia política de los protagonistas electorales es cuantificable de manera mediática a través de la respuesta del electorado virtual. Los likes, memes, hashtags, críticas y reacciones, son el nuevo medio para medir el éxito o fracaso de los candidatos y sus propuestas. Los obliga a tener asesores de marketing que diseñen una marca en las redes, para crear espectáculos mediáticos que se vuelven virales —o por lo menos que sirvan como herramienta de sensacionalismo amarillista—.
Detrás de la campaña electoral hay un guion perfectamente estructurado
Cuando se trata de campañas electorales, en la época que sea, solo se necesita de un actor para este show: los aspirantes a la presidencia.
Parece que ellos mismos se han convertido en maestros del espectáculo; mezclando política, performance y happenings. Creando una imagen “perfecta” para su público, que busca exponer con una aparente “transparencia” para develar su propia vida —ahora hasta podemos preguntarles cosas intrascendentales como ¿Cuál es tu álbum, película o libro favorito?—.
Pero dentro de este espectáculo coexistimos ambos lados: ellos como los actores que fungen como entes creadores y nosotros como los espectadores, consumidores y reproductores de esas imágenes.
Con un like a sus publicaciones, el algoritmo comenzará a bombardearnos con la misma información, llevándonos hasta el borde del agotamiento.
En redes sociales se han creado una gama de opciones como, “me divierte”, “me enoja”, “me entristece”, posibilitando a los opositores a participar con la crítica, las burlas y las parodias de estos. Es justo donde las imágenes que conforman la sociedad del espectáculo nos absorben, haciéndonos parte de la tendencia.
Estamos encerrados en un círculo vicioso de gente melancólica y eternamente decepcionada, que cada vez está más aislada en la irrealidad del simulacro.
Y como el espectáculo electoral no ha terminado, la verdadera pregunta es: ¿serás parte de él?